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jueves, 28 de mayo de 2009

Los ilustres defensores del Bien


Semejante al predicador que nos dibuja, a fuerza de hazaña retórica, una telaraña de valores y concepciones, en virtud de los cuales se nos abren las puertas del empíreo celeste, y cuya ausencia supone las más aciagas miserias y condenas; semejante a él, pues, son los descendientes de Manes. Aunque ya extinta desde hace varios siglos la comunidad maniquea, su esencia parece haberse disfrazado con diversos rostros, corrientes y consignas que, incluso, parecieran ser no sólo distintas sino, además, contrarias entre sí. Aunque, como hemos dicho, las formas de sus discursos son tan vastas como los colores con los que se pintan, no es en realidad muy difícil reconocerlos: Suelen andar por el mundo como garantes de ortodoxias -y heterodoxias- que se ufanan de haber descubierto el fundamento mismo del orden universal, esa substancia primigenia que determina, en estricta correspondencia de un divino plan preestablecido, el destino de cuanto ser ostente un lugar en el espacio. Se trata, pues, de la lucha del Bien y del Mal, la cual es condición necesaria, no sólo del entendimiento y hacimiento de las cosas, sino, además, del Ser. Esta irreductible oposición cósmica separa a los humanos en una suerte de contienda inconsciente de la cual todos, sin excepción, formamos parte. Ni los más pasivos se salvan, porque de algún modo son cómplices de uno u otro lado.

De este modo vencen y convencen, alrededor de todo el mundo, con su doctrina liberadora y veraz. Para formar parte del batallón cósmico del Bien sólo debes creer. Olvida que el mundo es una policromía, cuyos matices se descubren en un prisma que devela infinitos matices que se responden tras una inmensa unidad. La realidad es, en sentido estricto, simple y se traduce en esa reducción de la cual nos hablan nuestros ilustres y heroicos defensores de todo lo bueno, correcto y moral.

Como una vanguardia que defiende celosa, a través de todo medio concebible, los valores que atañen al ideal supremo; así, pues, se alzan los puños de tan insignes hombres que se complacen de portar la luz para iluminar el camino preciso por el que debe encaminarse el destino de todas las patrias del mundo.

¡No pierdas tiempo camarada! Pon rodilla en tierra, pinta tus manos de blanco, carga la pistola, ármate de toda consigna que te sepa mejor. De cualquier modo, hagas lo que hagas, te pintes del color que te pintes, todas las cosas están en el reino del Bien.

Las inscripciones para el PSUV y UNT ya están abiertas para que te vayas como un misionero a predicar la palabra o como un guerrillero heroico a enseñar con las balas.

¡Salud!

DDM

Verbo de Fuego


verbodefuego.blogspot.com

El borreguismo estudiantil



El espíritu de nuestra sociedad ha sido socavado durante siglos por los prodigios de caudillos y adalides que ascienden y descienden al poder. Estos, respondiendo a una misma dinámica de artimañas populistas y que, con el consentimiento de un pueblo que padece del más grave complejo de inferioridad – y por lo tanto no concibe otro medio que entregar su potencia política y humana a cuanta propagandería parezca corresponder sus reivindicaciones- , se postulan a sí mismos como la encarnación de los deseos y anhelos de los desposeídos, son la causa de la miseria contemporánea. Y, así mismo, este gran organismo que llamamos cultura se ha enfermado con la promesa de politiqueros vacíos e insensatos y de partidos ineficaces que, lejos de ser instrumentos para velar por los derechos de los ciudadanos, por su propia naturaleza se convierten en fines para sí mismos, condenándonos a verlos disfrutar del caviar y ostentar cuanto lujo les sea posible pagar a costillas nuestras.

El escenario, ya por sí deprimente, no parece tan nefasto si se nos presenta una sociedad donde la juventud, en vez de repudiar y despreciar tanto a acéfalos militaristas como a politiqueros mezquinos e ineficaces, toma partido de un lado y de otro, sea por los privilegios que pueda procurarse, sea por mera estupidez y/o ingenuidad. Semejante coyuntura, pues, sólo es posible si la vitalidad de las generaciones jóvenes ha desaparecido, si su ímpetu, su fuerza, su vitalidad y su visión hállanse cautivas en la peor de las frivolidades… esta sociedad no es otra que la nuestra. En efecto, cualquier persona, que esté provista de un sentido común medianamente decente, estará de acuerdo con que es un absurdo absoluto que estudiantes, inclinándose como vulgares siervos que besan el anillo del visigodo, sean capaces de poner rodilla en tierra ante la expresión más enfermiza y más nociva que pueda conocer pueblo alguno: la imagen del militarismo. Y, en este mismo orden de ideas, más que ridículo es sorprendente que otros estudiantes sean arreados como borregos por un discurso vacuo y ambiguo, cual si el imperio de un fuete les obligara a caminar kilómetros como sonámbulos detrás de carrozas con efigies de candidatos y alentados por palabras optimistas que escupen otros estudiantes mediocres que pactan con tales factores del poder.

¿Acaso no son suficientes las razones para llevar a cabo una verdadera revolución estudiantil que sea capaz de engendrar el germen de una cultura culturante? ¿Acaso la juventud, descontenta con lo que se le viene dado, no construye un mundo nuevo con su fuerza, ímpetu e imaginación?

Es el momento de una gran generación que sea capaz de trascender los maniqueísmos hipócritas de la izquierda, la derecha y el centro. Es ahora cuando, rechazando a los títeres juveniles, podemos inventar nuestro propio país.

¡Fuera el borreguismo y la violencia bruta de la universidad y de la comunidad!
¡Arriba la imaginación contra el poder!


DDM
Verbo de fuego
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