Semejante al predicador que nos dibuja, a fuerza de hazaña retórica, una telaraña de valores y concepciones, en virtud de los cuales se nos abren las puertas del empíreo celeste, y cuya ausencia supone las más aciagas miserias y condenas; semejante a él, pues, son los descendientes de Manes. Aunque ya extinta desde hace varios siglos la comunidad maniquea, su esencia parece haberse disfrazado con diversos rostros, corrientes y consignas que, incluso, parecieran ser no sólo distintas sino, además, contrarias entre sí. Aunque, como hemos dicho, las formas de sus discursos son tan vastas como los colores con los que se pintan, no es en realidad muy difícil reconocerlos: Suelen andar por el mundo como garantes de ortodoxias -y heterodoxias- que se ufanan de haber descubierto el fundamento mismo del orden universal, esa substancia primigenia que determina, en estricta correspondencia de un divino plan preestablecido, el destino de cuanto ser ostente un lugar en el espacio. Se trata, pues, de la lucha del Bien y del Mal, la cual es condición necesaria, no sólo del entendimiento y hacimiento de las cosas, sino, además, del Ser. Esta irreductible oposición cósmica separa a los humanos en una suerte de contienda inconsciente de la cual todos, sin excepción, formamos parte. Ni los más pasivos se salvan, porque de algún modo son cómplices de uno u otro lado.
De este modo vencen y convencen, alrededor de todo el mundo, con su doctrina liberadora y veraz. Para formar parte del batallón cósmico del Bien sólo debes creer. Olvida que el mundo es una policromía, cuyos matices se descubren en un prisma que devela infinitos matices que se responden tras una inmensa unidad. La realidad es, en sentido estricto, simple y se traduce en esa reducción de la cual nos hablan nuestros ilustres y heroicos defensores de todo lo bueno, correcto y moral.
Como una vanguardia que defiende celosa, a través de todo medio concebible, los valores que atañen al ideal supremo; así, pues, se alzan los puños de tan insignes hombres que se complacen de portar la luz para iluminar el camino preciso por el que debe encaminarse el destino de todas las patrias del mundo.
¡No pierdas tiempo camarada! Pon rodilla en tierra, pinta tus manos de blanco, carga la pistola, ármate de toda consigna que te sepa mejor. De cualquier modo, hagas lo que hagas, te pintes del color que te pintes, todas las cosas están en el reino del Bien.
Las inscripciones para el PSUV y UNT ya están abiertas para que te vayas como un misionero a predicar la palabra o como un guerrillero heroico a enseñar con las balas.
¡Salud!
DDM
De este modo vencen y convencen, alrededor de todo el mundo, con su doctrina liberadora y veraz. Para formar parte del batallón cósmico del Bien sólo debes creer. Olvida que el mundo es una policromía, cuyos matices se descubren en un prisma que devela infinitos matices que se responden tras una inmensa unidad. La realidad es, en sentido estricto, simple y se traduce en esa reducción de la cual nos hablan nuestros ilustres y heroicos defensores de todo lo bueno, correcto y moral.
Como una vanguardia que defiende celosa, a través de todo medio concebible, los valores que atañen al ideal supremo; así, pues, se alzan los puños de tan insignes hombres que se complacen de portar la luz para iluminar el camino preciso por el que debe encaminarse el destino de todas las patrias del mundo.
¡No pierdas tiempo camarada! Pon rodilla en tierra, pinta tus manos de blanco, carga la pistola, ármate de toda consigna que te sepa mejor. De cualquier modo, hagas lo que hagas, te pintes del color que te pintes, todas las cosas están en el reino del Bien.
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Verbo de Fuego
verbodefuego.blogspot.com