El espíritu de nuestra sociedad ha sido socavado durante siglos por los prodigios de caudillos y adalides que ascienden y descienden al poder. Estos, respondiendo a una misma dinámica de artimañas populistas y que, con el consentimiento de un pueblo que padece del más grave complejo de inferioridad – y por lo tanto no concibe otro medio que entregar su potencia política y humana a cuanta propagandería parezca corresponder sus reivindicaciones- , se postulan a sí mismos como la encarnación de los deseos y anhelos de los desposeídos, son la causa de la miseria contemporánea. Y, así mismo, este gran organismo que llamamos cultura se ha enfermado con la promesa de politiqueros vacíos e insensatos y de partidos ineficaces que, lejos de ser instrumentos para velar por los derechos de los ciudadanos, por su propia naturaleza se convierten en fines para sí mismos, condenándonos a verlos disfrutar del caviar y ostentar cuanto lujo les sea posible pagar a costillas nuestras.
El escenario, ya por sí deprimente, no parece tan nefasto si se nos presenta una sociedad donde la juventud, en vez de repudiar y despreciar tanto a acéfalos militaristas como a politiqueros mezquinos e ineficaces, toma partido de un lado y de otro, sea por los privilegios que pueda procurarse, sea por mera estupidez y/o ingenuidad. Semejante coyuntura, pues, sólo es posible si la vitalidad de las generaciones jóvenes ha desaparecido, si su ímpetu, su fuerza, su vitalidad y su visión hállanse cautivas en la peor de las frivolidades… esta sociedad no es otra que la nuestra. En efecto, cualquier persona, que esté provista de un sentido común medianamente decente, estará de acuerdo con que es un absurdo absoluto que estudiantes, inclinándose como vulgares siervos que besan el anillo del visigodo, sean capaces de poner rodilla en tierra ante la expresión más enfermiza y más nociva que pueda conocer pueblo alguno: la imagen del militarismo. Y, en este mismo orden de ideas, más que ridículo es sorprendente que otros estudiantes sean arreados como borregos por un discurso vacuo y ambiguo, cual si el imperio de un fuete les obligara a caminar kilómetros como sonámbulos detrás de carrozas con efigies de candidatos y alentados por palabras optimistas que escupen otros estudiantes mediocres que pactan con tales factores del poder.
¿Acaso no son suficientes las razones para llevar a cabo una verdadera revolución estudiantil que sea capaz de engendrar el germen de una cultura culturante? ¿Acaso la juventud, descontenta con lo que se le viene dado, no construye un mundo nuevo con su fuerza, ímpetu e imaginación?
Es el momento de una gran generación que sea capaz de trascender los maniqueísmos hipócritas de la izquierda, la derecha y el centro. Es ahora cuando, rechazando a los títeres juveniles, podemos inventar nuestro propio país.
¡Fuera el borreguismo y la violencia bruta de la universidad y de la comunidad!
¡Arriba la imaginación contra el poder!
DDM
Verbo de fuego
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verbodefuego.blogspot.com
La creencia, no solo de los socialistas sino también de los sedicentes liberales que les están preparando el camino en que mediante hábiles medidas una humanidad defectuosa puede transformarse en una humanidad con intuiciones bien organizadas. Esto es una ilusión. Cual quiera que sea la estructura social en que vivan, se manifestaran igualmente en acciones perniciosas las defectuosas naturalezas de los ciudadanos (p.87) Herbert Spencer! (para mi estas lineas lo resumen todos, dionisio y el caos siempre reinaran aunque trante de ocultarlos y reprimirlos)!
ResponderEliminaraahh el libro donde está eso se llama "El hombre contra el Estado" Altamente recomendable!
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