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viernes, 9 de octubre de 2009

JAZZ

a todos los que alguna vez

Sumerge las pupilas.
Nada devendrá del sol,
¡los enigmas del sendero

no los hallarás
en la ideal teosofía de los
fundamentos!

Deja que los altos
te invadan hasta los Himalayas,
que el órgano del caos
no calle en la sinfonía;
asonante, disonante,
síncope de tu beso callado.

Atraviesa
las pulsiones más perversas,
de las vulvas -¡Oh, Madre
Tierra! -
y cuanto bajo, grave
te arrebaten el subsuelo…

Vuela por el bosque,
acomódate bajo las hojas de
los símbolos ¡Vamos!
Todos braman junto al fuego, danzan
con el gruñido de las piedras y rocas,
río, espuma, fronda, estepa.
Y así ¡Oh, Caos! circundan
la arcaica pira
que le regala a los cielos
los rumores más salvajes.
Mueve tu cuerpo disonante,
cruza la gruta que eres lo
Sagrado. Lacera de una
vez,
con el haz del pensamiento,
la membrana blanda
que en los cielos han proyectado;
metáfora de tiernos
desencantos.

Jamás nada te será negado
cuando no distingas entre
interioridad y exterioridad,
belleza y espanto,
vida y muerte,
bien y mal…
todo en una misma muerte,
o vida…,
sea, pues, extinguida la dualidad.

Pero olvida que piensas.
Los cantos no los descifres, nada
dicen, y en ese silencio
de ruidos encontrados,
incorpórate entre danzas
y humo de serpientes.

Palpita en las fauces
de la fiera que es
historia de las albas
y su erotismo de prostitutas
de la vieja escuela.

¡Olvida a los dioses de la pureza,
cuélate entre los proscritos
y marginados,
del edén y del Olimpo!

Devén
yo traslúcido de
mis escombros y bestias,
asoma tu nombre ante el abismo
del Tepuy que ampara
a la sabana quieta.
Disuelve el Ego furtivo,
déjalo fluir en la eterna unidad
del Kukenán que es ése
y todos/ningún río.

Pero no dejes de estallar
en las letanías que te dictan,
para el amparo, tus maestros.
¡Ah, miserable discípulo
de la conciencia!
¡Tú que eres yo y todos
y nadie que fluye
en los espejismos
de la deducción y la experiencia!

¡Ni el cetro, ni el fuete,
ni el yugo, ni la guadaña,
ni tu empleo, ni tu suerte,

nada, pues, te sea
pábulo del miedo!

¡Siémbrate, aspírate,
que somos el arcano!

Vuela por los matices
y embriágate de policromía,
penetra con los sentidos
y el pensamiento
la virginidad
del prisma.

David Domínguez Michelangeli

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